Definición del autoconcepto en la adolescencia y la infancia

Definición del autoconcepto en la adolescencia y la infancia

¿Qué es el autoconcepto? Podemos definir el autoconcepto como el conjunto de características (físicas, intelectuales, afectivas, sociales, etc.) que conforman la imagen que un sujeto tiene de sí mismo. Este concepto de sí mismo no permanece estático a lo largo de la vida, sino que se va desarrollando y construyendo gracias a la intervención de factores cognitivos y a la interacción social a lo largo del desarrollo. Es necesario entender el progreso en el concepto del sí mismo dentro del marco del progreso de las capacidades y habilidades para relacionarse y reconocer a los otros.

El autoconcepto tiene como a una de sus premisas la consciencia de que uno mismo es un ser diferenciado de los otros y del entorno, es decir, la autoconsciencia. En Psicología-Online vamos a descubrirte la definición del autoconcepto en la adolescencia y la infancia para que, así, conozcas mejor en qué consiste.

Qué es el autoconcepto

Comenzamos este artículo sobre la definición del autoconcepto en la adolescencia y la infancia dejando claro en qué consiste precisamente el "autoconcepto" o el concepto de uno mismo.

Definición de autoconcepto

Describimos el autoconcepto como la opinión y la valoración que tiene una persona sobre sí misma, el autoconcepto es un construtco muy amplio que engloba multitud de términos sales como autoestima, autoaceptación y autorespeto. y que se basa en características tanto físicas como psicológicas para poder lograr formarse adecuadamente.

¿Cómo se forma el autoconcepto?

Para la mayoría de los estudiosos del autoconcepto actuales, el bebé no tiene una sensación de indiferenciación total, ni su mundo es tan desorganizado como se creía. No obstante, su vivencia de sí mismo como alguien independiente es, hasta el final del segundo semestre de vida, muy rudimentaria, frágil y dependiente del entorno físico y social.

Durante los primeros meses de vida, el bebé está inmerso en un cúmulo de sensaciones y de experiencias que se producen en contacto con el exterior, con fenómenos cotidianos y con las interacciones con las personas cercanas. El bebé debe formar una representación general, organizar estas experiencias a partir de acontecimientos que son percibidos como aislados. Además, va aprendiendo a integrar los sistemas con los que viene equipado, aquellos que le permiten percibir el mundo y a los otros, con aquellos que le permiten actuar. Por ejemplo, aprende a llorar cuando quiere que se le preste atención.

Desde este aprendizaje e integración, relacionado con la interacción y con el incremento de capacidades cognitivas, irá emergiendo su capacidad para controlar el entorno, lo que, a su vez, supone un elemento de reconocimiento de sí mismo como un ser independiente.

El autoconcepto de un bebé

A este sentido primitivo de sí mismo es a lo que Lewis Y Brooks-Gunn han denominado Yo existencial, en clara alusión al concepto de James. Hacia los diez meses los bebés tienen ya una vivencia de diferenciación plena de sus cuidadores y de su entorno.

Bandura señala que durante estos meses el bebé refina lo que podríamos llamar su capacidad de autogestión y que no es mas que la adquisición y sofisticación de habilidades para poder controlar eventos de su entorno (señalar un objeto que desea, llorar cuando algo no le gusta, sonreír cuando consigue algo, etc.).

Durante los primeros dieciocho meses, la interacción social resulta una fuente esencial de información y de ayuda a la toma de conciencia de sí mismo y de la existencia de otros. Actividades sociales de gran importancia se producen en los juegos, como el cucú-tras, en los que los niños aprenden regularidades y pautas de relación que se fundamentan, y a la vez ayudan a, en una vivencia del Yo y del Otro.

Así mismo, la imitación como forma de relación y de conocimiento es uno de los elementos influyentes en la emergencia del Yo, ya que supone poner en juego no sólo un control sobre sí mismo, sino también un reconocimiento del otro como modelo.

La capacidad para reconocerse a sí mismo: autoconsciencia

La autoconsciencia no solo supone el sentido de sí mismo como un ser independiente del entorno y de los otros, sino que tiene un papel fundamental como base de las emociones. Respecto al mundo emocional del bebé, durante los primeros cuatro meses, éste se compone básicamente de sensaciones de placer o disgusto que cuando comienzan a ser consecuentes con estimulaciones del entorno (caricias, juegos, etc.) también contribuyen a organizar su mundo.

De esta manera, la autoconsciencia supone un gran logro dentro del mundo cognitivo sobre el que se fundamentará, a lo largo de los primeros años, la aparición y el desarrollo de emociones como el orgullo o la vergüenza y otras que suponen un reconocimiento de toma de perspectiva como la empatía o conductas tendentes a engañar. La autoconsciencia tiene una de sus mejores expresiones en la emergencia del sentido del Yo como objeto de conocimiento y que puede apreciarse en la adquisición de la capacidad de autorreconocimiento.

Para poder continuar con la definición del autoconcepto en la adolescencia y la infancia es importante que entendamos cómo aparece la capacidad de autorreconocimiento. La emergencia de un sentido del Yo como ser independiente y distinto de los otros, tiene un claro reflejo en la capacidad para reconocerse a sí mismo, es decir, en la capacidad de autorreconocimiento.

Definición de autoconcepto según autores

Ahora que sabemos qué es el autoconcepto, es importante hacer un análisis del concepto de autoconcepto (disculpad la redundancia) según el paso de los años.

Las investigaciones clásicas sobre el autorreconocimiento llevadas a cabo por Lewis y Brooks-Gunn se realizaron pintando con pintalabios a bebes de distintas edades y sin que éstos se dieran cuenta. Después se les ponía delante de un espejo para ver si daban muestras de autorreconocimiento. Se consideraba como tal cuando el niño se llevaba la mano a la marca. Otra estrategia para estudiar el autorreconocimiento se ha llevado a cabo mediante fotografías y vídeos en los que aparecían los niños de los que se pretendía averiguar si eran capaces de reconocerse en ellas (Bigelow y Johnson). Estos estudios han mostrado que reconocerse a sí mismo resulta bastante temprano en el desarrollo, aunque parece haber un desfase entre los hallazgos de distintas investigaciones.

Diversos estudios muestran cómo hacia los cinco meses de vida algunos bebés son capaces de reconocerse y diferenciar partes de su cuerpo de las de los otros niños cuando se les pone delante de un espejo, parece que esta capacidad se presenta de forma más clara hacia los 15 meses. No obstante, esta capacidad seguirá refinándose y afirmándose de forma que, hacia los 24 meses, podemos hablar de autorreconocimiento en sentido estricto. Por otro lado, las investigaciones realizadas con vídeos y fotografías parecen aportar información acerca de que este reconocimiento de sí mismo aparecería algunos meses después, sin que olas razones de este fenómeno hayan sido explicadas.

En 1990, Lewis y cols. en el marco de sus investigaciones encaminadas a descubrir la emergencia del autorreconocimiento utilizando el espejo, y con niños de entre 15 y 24 meses, halagaron y reforzaron verbalmente a los niños que se habían reconocido en él. Cuando esto ocurría, los niños reaccionaban sonriendo, agachando la cabeza y mirando de reojo o se tapaban la cara, lo que resulta una clara muestra de sentimientos de vergüenza ante el halago y el investigador. Asimismo, los niños que no dieron señales de haberse autorreconocido no respondieron ante esta adulación.

Otro de los signos deautorreconocimiento y autoconsciencia se exhibe claramente hacia los dos años, cuando los niños muestran otras conductas que suponen una diferenciación de los otros como la utilización de pronombres personales y posesivos (yo, mi, mío) y las reacciones de tristeza o lucha por alguna posesión que, lejos de ser interpretado como un acto negativo, puede ser interpretado como una forma de ejercicio en la adquisición y desarrollo del Yo.

La evolución del autoconcepto en la edad prescolar

Desde los primeros años la adquisición del pensamiento simbólico y del lenguaje juega un papel muy importante en el asentamiento y desarrollo del Self. El lenguaje permite que el niño pueda pensar y expresar su especificidad como ser de un modo que nunca antes lo había hecho, por ejemplo, mediante el uso de nombres, pronombres o la expresión de deseos o sentimientos.

¿Cómo se ve a sí mismo un preescolar? Desde los dos años, los niños aportan mucha información acerca de su visión de sí mismos, ya que utilizan de forma habitual expresiones referidas a ellos como "yo no lloro cuando me pinchan" o "yo ya soy mayor". Estas expresiones, junto con el uso masivo de pronombres posesivos, indican claramente una conciencia por parte del niño de su especificidad frente a los otros. Si hacia los dos o tres años se pregunta a un niño cómo es, sus respuestas suelen ser del tipo "soy un niño" o "tengo unos pantalones verdes", es decir, en torno a características físicas, posesiones o preferencias.

Estas respuestas muestran que el niño pequeño basa su conocimiento de sí mismo en categorías, en aspectos muy concretos y en rasgos observables y singulares (Fisher) propias de un pensamiento preoperatorio. Hay que señalar que las autodescripciones de los niños se conforman siempre en torno a características y aspectos positivos.

Si quieres saber más sobre cómo se adquiere el lenguaje, te recomendamos leer el siguiente artículo sobre Noam Chomsky y la teoría del lenguaje.

El uso del lenguaje como signo de autoconcepto

A lo largo de los años preescolares, los niños muestran un considerable avance utilizando cada vez un mayor número y rango de categorías a la hora de describirse. Estas nuevas características incluyen las psicológicas, las emocionales y las conductuales. Asimismo, gracias a la adquisición del lenguaje, el niño o niña va siendo capaz de coordinar categorías que antes aparecían dispersas, por ejemplo, pueden describirse como buenos jugando a las cartas, con el ordenador, etc.

Otra de las características del autoconocimiento a lo largo de esta etapa es que los niños comienzan a utilizar opuestos, como alegre o triste, para identificarse o identificar a otros. Estas categorías, sin embargo, son entendidas por los niños de estas edades como exhaustivas, en el sentido de que o se es bueno o se es malo, es decir, los sujetos se representan a sí mismos y a los otros como poseedores de una única cualidad, y no pueden entender, por ejemplo, que alguien pueda ser amable con determinadas personas y utilice un patrón de comportamiento distinto con otras.

El pensamiento del niño al inicio de la edad preescolar le impide establecer distinciones y relaciones entre los rasgos psicológicos o aptitudinales y los resultados de sus acciones, así, creen que todo se puede alcanzar mediante la voluntad o el deseo. Este rasgo infantil y su progresiva modificación, tiene una de sus vertientes interesantes en la cualidad de las relaciones que establecen los niños con los otros, por ejemplo, los adultos.

El autoconcepto en niños de a partir de 2 años

Así, mientras que hacia los dos o tres años exhiben rabietas permanentes ante la frustración, progresivamente muestran mayor habilidad de autocontrol, negociación y capacidad de concesión frente a los otros. Este avance está claramente relacionado con el desarrollo de la competencia para comprender sus motivos, deseos, emociones, pensamientos, etc. y las de los demás, es decir, de nuevo con el desarrollo de una teoría de la mente. Al final del periodo preescolar, los niños ya han desarrollado un concepto de sí mismos, sin embargo podríamos decir que dicho concepto es bastante superficial y estático. Su avance en la experiencia social, en el conocimiento de los otros y sus herramientas intelectuales serán el fundamento del progreso a lo largo de los años escolares.

Definición de autoconcepto en niños a partir de 6 años

Desde los seis años el autoconocimiento de los niños comienza a ser más complejo e integrado. Se enriquece, por ejemplo, con la posibilidad de coordinar categorías de sí mismo que antes estaban separadas o que eran opuestas. Este mismo progreso se observa cuando describen o intercalan con otras personas. Es a lo largo de los años escolares cuando el niño será capaz de reconocerse plenamente, de conocer y tomar conciencia de sus estados internos así como de reconocerlos en los otros. Esto posibilita que el niño se describa a sí mismo y a los otros a través de rasgos de personalidad.

Durante estos años, además, los niños comienzan a utilizar otro tipo de categorías que resultan muy interesantes y que tienen que ver con una toma de conciencia de pertenencia a grupos. Así incluyen es sus descripciones, por ejemplo, el que son "hinchas de un equipo de fútbol" o "fans de un cantante". Ello les permite el acceso a una dimensión de autoconocimiento muy útil: la toma de conciencia de características compartidas con otros, que le identifican con los miembros de un grupo pero que a su vez, no le impiden seguir siendo ellos mismos. Los niños de estas edades tienden a compararse en rasgos y habilidades con los otros o con sus grupos (Ruble y Frey).

Esto supone un avance personal y social muy importante ya que el niño comienza a percibirse también como un individuo que desempeña roles distintos dependiendo del grupo al que se esté refiriendo (en el equipo de fútbol es delantero, en su casa es el pequeño, en el colegio es el que sabe hacer mejor las cuentas, etc. ). Precisamente, la toma de conciencia de estos distintos roles es una de las bases sobre las que construye su percepción de sí mismo como alguien único frente a los otros.

Estos aspectos suponen un progresivo aumento de la capacidad de autorregulación, es decir, de ajustar el comportamiento dependiendo de las situaciones y personas con las que se esté interactuando. Las descripciones, la toma de conciencia y el autoconcepto construido en torno a todos estos rasgos, a las competencias intelectuales y físicas irá matizándose, coordinándose y haciéndose más complejo y completo a lo largo de toda la adolescencia.

El autoconcepto en la adolescencia

Continuamos con este artículo sobre la definición del autoconcepto en la adolescencia y la infancia para hablar, ahora, de la etapa adolescente. ¿Qué sabemos sobre el autoconcepto en los chicos y chicas adolescentes?

Las nuevas habilidades intelectuales y habilidades sociales que se adquieren en la adolescencia suponen un pensamiento potencialmente capaz de trabajar con la abstracción, además de pensar de forma hipotética, lo que contribuye a que el sujeto coordine categorías y rasgos de una forma más compleja y a su vez, pueda generar categorías generales desde rasgos particulares. Esto supone una toma de conciencia de las múltiples dimensiones de uno mismo y la importancia del contexto en su expresión. Estas capacidades, junto con sus nuevas redes de relaciones sociales, así como la importancia de la que se dota a tales redes, hacen que durante esta etapa de la vida los sujetos tiendan a ocupar parte de su tiempo en analizar cómo son y cómo les gustaría ser.

Intentan descubrir y entender cuáles son sus intereses y sus motivos y cuál es su posición ante la realidad y ante los otros. Durante la preadolescencia, en el terreno del autoconocimiento psicológico y emocional, tienden a pensar sobre ellos mismos en torno a categorías o rasgos únicos y consistentes, de manera que ello rebaja y aleja la probabilidad de enfrentarse a atributos que pudieran llegar a ser contrarios, es decir, tienden a tener una conciencia y conocimiento que podríamos denominar compartimentalizado (Fisher, Linville, Harter), de forma que ésta pudiera ser una estrategia para evitar que rasgos considerados como negativos en un ámbito puedan "contaminar" otras esferas del autoconcepto.

La importancia del autoconcepto en la salud mental

Para terminar este artículo sobre la definición del autoconcepto, resulta imprescindible hablar sobre su repercusión en la salud mental del adolescente.

Es necesario tener en cuenta a la hora de entender el autoconcepto adolescente algunos rasgos de su desarrollo en al ámbito psicoemocional y que fueron expuestas por Elkind. Estos rasgos se basan en la tendencia del adolescente a percibirse a sí mismo como un ser cuyas experiencias y emociones son difícilmente comprensibles por los otros (egocentrismo), a creer que su vida y experiencia son únicas (fábula personal) y que son el centro de atención e interés de los demás (audiencia imaginaria).

Asimismo, tienen tendencia a percibirse a salvo de las repercusiones de conducirse de forma peligrosa o temeraria, a pesar de ser conscientes del peligro (fábula de invencibilidad). Los sujetos van siendo cada vez más capaces de ajustar su pensamiento y conocimiento de sí mismo a la realidad, como también de coordinar y formar una idea global, coherente e integrada de ideas e informaciones contradictorias acerca de quiénes y cómo son. Este autoconcepto global estará conformado por esferas diversas como la social, la ocupacional, la política o la moral y en la que los adolescentes tienden a formar y mantener autoconceptos consistentes en torno a sistemas organizados y coherentes de creencias y valores. (Damon y Hart; Higgins).

En sintonía con este esfuerzo por alcanzar un autoconocimiento complejo y ajustado, el adolescente busca construir una identidad propia. Durante estas edades, las autodescripciones de los sujetos siguen conteniendo rasgos propios de edades anteriores pero ahora aparecen con una nueva cualidad. En las narraciones de los adolescentes sobre cómo son tienen supremacía las características relacionadas con los atributos físicos, psicológicos y, fundamentalmente, las actitudes.

Este artículo es meramente informativo, en Psicología-Online no tenemos facultad para hacer un diagnóstico ni recomendar un tratamiento. Te invitamos a acudir a un psicólogo para que trate tu caso en particular.

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