Psicología y espiritualidad: relación, diferencia y beneficios

Psicología y espiritualidad: relación, diferencia y beneficios

Existen algunas cuestiones existenciales, como son el origen del universo, el de la vida, el de la conciencia y si hay vida después de la muerte, que inquietan a un gran número de personas y sobre las que aún no tenemos una respuesta contrastada y validada empíricamente. La necesidad de eliminar esta inquietud y el recelo que provocan impulsan a estas personas a la búsqueda de respuestas, ya sea a través de la ciencia o de la metafísica espiritualista. ¿Por qué el ser humano necesita encontrar respuestas? ¿Cómo pueden ayudarnos la psicología y la espiritualidad?

En este artículo de Psicología-Online hablaremos sobre la relación entre psicología y espiritualidad, sus diferencias y similitudes. También expondremos los beneficios de la inteligencia espiritual y cómo trabajarla.

Ciencia y espiritualidad

La postura cientificista se ampara en los conocimientos y teorías científicas y en el azar como explicación de estas cuestiones. Para sus seguidores, las propiedades de la materia y las leyes de la naturaleza son suficientes para explicar la mecánica del cosmos (aunque existen hechos evidentes que éstas no pueden explicar). Por otro lado, la tradición metafísica se expresa a través de la espiritualidad, entendida como el conjunto de creencias y prácticas basadas en la convicción absoluta de que existe una dimensión no material de la vida, ayudando a la persona a encontrar respuestas a aquello que no puede ser explicado por medio de la ciencia y la razón. Implica el conocimiento y la aceptación de la esencia inmaterial de uno mismo.

Relacion entre psicología y espiritualidad

La espiritualidad suele vincularse a disciplinas como la religión, la filosofía o la neurología (el neurólogo V. Ramachandran ha demostrado que gente mentalmente sana tiene un aumento de actividad en el lóbulo temporal cuando se la expone a palabras o temas espirituales) y actualmente también es objeto de atención de la psicología, de forma más directa en la psicología transpersonal y la humanista (entre cuyos referentes están A. Maslow, G. Allport y C. Rogers) que incluyen la espiritualidad como parte de una concepción del ser humano integrada y multidimensional (como una realidad bio-psico-socio-espiritual).

Dentro del ámbito de la psicología, los psicólogos Koenig, McCullough y Larson señalan la espiritualidad como la búsqueda personal para entender las respuestas a las últimas preguntas sobre la vida, su significado y la relación con lo sagrado o lo transcendente, que puede o no conducir al desarrollo de rituales religiosos y la formación de una comunidad.

La relación entre psicología y espiritualidad se justifica por el hecho de que la vivencia de las cuestiones existenciales se produce a través de fenómenos mentales como la meditación, los estados de conciencia, la introspección, las experiencias místicas, la autotrascendencia, la autorrealización, etc., que son materia de estudio de la psicología. No obstante, la esencia de esta relación descansa en dos preguntas básicas:

  • ¿Por qué necesita el ser humano tener respuestas a las cuestiones existenciales para configurar su espiritualidad?
  • ¿Qué puede aportar la psicología a la espiritualidad de la persona?

¿Por qué el ser humano necesita respuestas?

El ser humano tiene tendencia a vivir en un estado mental equilibrado, sosegado y plácido que le permita vivir en armonía consigo mismo y con su entorno, pero en muchas personas este estado se ve alterado por la inquietud que provoca el no tener una respuesta satisfactoria para ellas. Esta inquietud de origen psicológico nace de dos exigencias de la naturaleza humana que tienen que ver con la supervivencia y su relación con el medio externo:

La necesidad de significado

La necesidad de que las cosas tengan un sentido, un significado (incluido la propia vida), que le impulsa a descubrir y dar una explicación a todo lo que le rodea (por qué, cómo y para qué ocurren las cosas), y para ello necesita adquirir cada vez más conocimientos.

Sobre esta necesidad, cabe resaltar que el ser humano tiene por naturaleza curiosidad y ansias de conocimiento (está relacionado con el principio de razón suficiente descrito por la filosofía, que mantiene que todo lo que existe tiene una razón que explica su existencia e impulsa al hombre a preguntarse por las razones que sostienen lo que le rodea), y en este afán de saber utiliza sus facultades mentales para conseguirlo (inteligencia, memoria, creatividad, intuición, etc.). En este aspecto, Martin Seligman considera la sabiduría y el amor por el conocimiento (curiosidad e interés por el mundo, interés por el aprendizaje, pensamiento crítico y mentalidad abierta) como una de las virtudes requeridas para alcanzar el bienestar.

Para obtener una explicación y un sentido al mundo donde vivimos recurrimos principalmente al programa mental que rige la relación causa-efecto, que parte de la premisa de que todos los fenómenos observados tienen una causa (una razón de existir), y para conocer esta causa se necesita información. Si dispusiésemos de toda la información necesaria sobre estas cuestiones, quizás podríamos encontrar una respuesta válida a las mismas mediante el razonamiento, la observación y la experimentación. Pero el problema es que carecemos actualmente de una información completa y veraz, y esta carencia impide conocer la verdad absoluta sobre ellas y nos impulsa a crear numerosas teorías e hipótesis para suplirla.

La necesidad de seguridad

La necesidad de sentirse seguro en su mundo, que implica conseguir el control de sí mismo y del medio externo con el que se relaciona. El ser humano necesita estar relacionado con el medio en que vive, pero se ha dado cuenta de que no tiene el control de sí mismo ni de su entorno. No puede eludir enfermedades o el envejecimiento, no puede evitar padecer emociones negativas y sufrimiento ante sucesos desagradables, ni puede esquivar los fenómenos físicos que originan catástrofes. Esta situación muestra su debilidad e impotencia y la incapacidad para dirigir su destino, generándole temor e inquietud y la necesidad de tener un “algo” en el que buscar apoyo y seguridad. Por otra parte, se asombra de la perfecta organización del universo, que funciona con sus propias leyes, y de la maravillosa complejidad de la vida, lo que le induce a pensar que debe existir un “algo” superior y omnipotente (un ente organizador y controlador: un Dios, el cosmos, la naturaleza, una energía cósmica, una fuerza sobrenatural, etc.).

La relación entre la psicología y Dios

En el ámbito de la psicología esta situación guarda una gran similitud con la figura del apego. El psicólogo John Bowlby señala que el apego infantil forma parte de una herencia arcaica cuya función es la supervivencia de la especie, tiene su origen evolutivo en la necesidad de protección frente a depredadores o la soledad y por ello impele a buscar protección física, demandando del cuidador que conjure de peligros a la integridad. Bowlby define el apego como “una forma de conceptualizar la propensión de los seres humanos a formar vínculos afectivos fuertes con los demás y de extender las diversas maneras de expresar emociones de angustia, depresión, enfado cuando son abandonados o viven una separación o pérdida". Aquí encontrarás más información sobre la teoría del apego.

La necesidad que tienen numerosas personas de dirigirse hacia una entidad o figura que aporte seguridad, aliento y confianza ante las situaciones peligrosas o amenazantes (y también para ofrecerle el agradecimiento si las cosas salen bien como gesto de gratitud) puede ser reflejo de esta figura de apego que pervive en la edad adulta, ya que es entonces cuando, además del peligro físico, aparecen experiencias que son vividas también como un peligro o amenaza (enfermedades, separaciones, despidos, etc. que generan miedo, pena, rabia, angustia, soledad, desesperanza), y un apoyo para afrontarlas es recurrir a un ser superior que sea sensible y receptivo de sus emociones y ofrezca consuelo a su aflicción (por ejemplo, la figura de un Dios paternalista), sobre todo cuando la persona que sufre vive en soledad y no tiene a nadie con quien hablar y compartir su desolación.

Se observa así que la figura de apego infantil se transforma paulatinamente en una dimensión más psicológica y espiritual. Esta situación ya fue advertida en su día por Sigmund Freud, que describía al ser humano como: “pequeño e indefenso, aún de adulto, impotente ante las fuerzas de la naturaleza y de la muerte, y que se acuerda de los tiempos en que su padre le protegía y proveía de todo; entonces y mediante una “regresión”, se imagina que existe un ser todopoderoso y se refugia en la ilusión de un dios lleno de bondad, pasando de la regresión a la “sublimación” de las figuras parentales”.

Beneficios de la espiritualidad y la psicología

¿Qué puede aportar la psicología a la espiritualidad de la persona?

Respuestas

Está demostrado que la ciencia, la filosofía o la religión no ofrecen respuestas claras e indiscutibles sobre las cuestiones existenciales que sean válidas para toda la humanidad. Esto trae como consecuencia que muchas personas no encuentren en ellas referencias consistentes a las que acogerse y se vean por ello inmersas en la inquietud y la desazón. Para estas personas, la psicología puede ser una referencia a la que aferrarse para buscar las respuestas que necesita a estas cuestiones y crear una espiritualidad que las ayude a alcanzar el bienestar.

Bienestar

Los psicólogos C. Peterson y M. Seligman consideran la espiritualidad como una de las virtudes humanas que conducen al bienestar de la persona, es una herramienta que proporciona la fortaleza necesaria para afrontar los sucesos negativos que la vida presenta, y la definen como la capacidad de tener creencias coherentes en relación con el propósito más alto, al significado del universo y al lugar que ocupamos en él, y refiere a las creencias que se basan en la convicción de que existe una dimensión trascendental de la vida.

Sentido de vida

Es indudable que la psicología no puede dar respuesta al origen del universo, de la vida, o de si hay vida después de la muerte, pero sí puede ayudar a responder a otras cuestiones relacionadas que también forman parte de la dimensión espiritual de la persona (por ejemplo: quién soy, de dónde vengo y a dónde voy) y están estrechamente vinculadas a la búsqueda de un sentido a la vida. Además, se presentan en todas las personas en algún momento de su vida, por lo que puede decirse que forman parte de la esencia del ser humano. Así lo señala Viktor Frankl: “La dimensión espiritual es constitutiva del hombre y desborda lo psicofísico. La carencia de ésta, aunque no se canalice religiosamente, es un síntoma del sinsentido”.

Análisis de creencias

Una apreciación a tener en cuenta es que la inquietud y el temor nacen por el desconocimiento y este se combate con el descubrimiento de la verdad. Pero la verdad total y absoluta sobre las cuestiones existenciales no es posible alcanzarla con los conocimientos actuales y a lo máximo que podemos aspirar es a obtener verdades parciales que guarden coherencia y armonía entre sí y que, en su conjunto, constituyan una cuasi verdad. La psicología puede ayudar a confeccionar el conjunto de verdades parciales que una persona necesita para sentirse segura y confiada (una verdad particular y subjetiva) gracias a que tiene a su disposición recursos cognitivos (análisis, deducción, imaginación, pensamiento lógico y abstracto, inferencia), sentimientos (plenitud, satisfacción) y valores (libertad, prudencia, ecuanimidad, sinceridad, honestidad) mediante los cuales puede evaluar y elegir las creencias que considere adecuadas para construir su propio modelo de espiritualidad, que no tiene por qué coincidir necesariamente con el de otras personas o grupos sociales.

Cómo construir el propio modelo de espiritualidad

Una forma de construir este modelo es plantearlo a través de un enfoque pragmático, entendiendo por pragmático aquello que nos funciona bien y produce los resultados deseados. En virtud de este planteamiento, se trataría de crear una “espiritualidad pragmática” en forma de constructo psicológico que tenga raíces cognitivas y emocionales, fundamentada en creencias amparadas en una verdad que contenga un grado de certeza y credibilidad aceptable y suficiente para acercar a la persona a un “algo” más allá de la realidad material cotidiana, que confiera sentido y valor añadido a su vida y fortaleza para afrontar los desafíos que ésta le presente. Esta forma de espiritualidad exigiría aceptar las limitaciones humanas y renunciar al conocimiento de la verdad absoluta, asumiendo que habrá que convivir con las dudas irresolubles que aparezcan. La espiritualidad pragmática se resumiría en la siguiente expresión:

  • Si el modelo de espiritualidad que he construido me fortalece, me ayuda y conforta, ¿por qué no aceptarla y seguirla a pesar de las dudas que se planteen?

Para configurar esta espiritualidad y dado que el camino a seguir implica la búsqueda de verdades sobre las cuestiones existenciales, hay que tener en cuenta tres principios:

  1. Aunque la ciencia no puede asegurar la verdad de todas las cosas, sí puede refutar hechos que desde algunas instituciones puedan presentarse como verdades.
  2. Si algo es desconocido no implica necesariamente que no exista, pues puede ser “cognoscible”, esto es, que es susceptible de conocerse en un futuro.
  3. Utilizar la intuición (corazonada o sexto sentido) para distinguir instintivamente qué información es creíble, y si no lo es, descartarla. En el siguiente artículo hablamos sobre Cómo desarrollar la intuición.

Siguiendo estos principios puede confeccionarse un conjunto de creencias que llenarán de contenido la espiritualidad. Una forma de llevar a cabo este proceso es pasar por el tamiz de la ciencia las creencias conocidas actualmente y seleccionar las que se consideren contrastadas y consistentes, que constituirán la estructura “racional” de la espiritualidad. Esta estructura forjada por el saber científico, al tener este limitado su conocimiento al mundo físico, deberá completarse con el componente inmaterial de la espiritualidad, procedente principalmente de los conocimientos que la filosofía y la religión puedan aportar y que sean coherentes con la estructura racional, insertando en ella una trascendencia hacia un “algo” de orden superior más allá de la materialidad cotidiana, aceptando la intuición de que este “algo” puede existir (que es cognoscible), aunque no pueda afirmarse su verdadera naturaleza en este momento.

La inteligencia espiritual

Además de estos principios y como apoyo para construir con éxito esta espiritualidad el psicólogo Danah Zohar y el psiquiatra Ian Marshall han propuesto una inteligencia espiritual, que definen como “la inteligencia con que afrontamos y resolvemos problemas de significados y valores, la inteligencia con que podemos poner nuestros actos y experiencias en un contexto más amplio y rico de significados y valores, la inteligencia con que podemos determinar que un curso de acción o un camino vital es más valioso que otro”. Significa experimentar que somos más que nuestros pensamientos y emociones y que, cuando accedemos a esa dimensión, todo es percibido de un modo radicalmente nuevo. La inteligencia espiritual potencia capacidades como la serenidad, la observación desapegada de lo que ocurre, la ecuanimidad, la libertad interior, la compasión, etc.

Características de la inteligencia espiritual

Para estos autores la inteligencia espiritual se distingue por las siguientes características:

  • Poseer un alto nivel de conciencia de sí mismo.
  • Capacidad de ser flexible en las propias ideas y opiniones.
  • Capacidad de afrontar y trascender el dolor y el sufrimiento y aprender de ello.
  • La capacidad de ver a distancia un problema, ubicándolo en un contexto más amplio.
  • Tendencia a ver las relaciones y conexiones entre las cosas (holismo).
  • Reluctancia a causar daños innecesarios y tener una empatía profunda.
  • Marcada tendencia a comprender las cosas y llegar al fondo de ellas, al por qué de las mismas, a su sentido, y a pretender respuestas fundamentales.
  • Facilidad para resistirse a los criterios de las mayorías y sostener y actuar conforme a los principios y convicciones personales.
  • Tener sentido de la vocación: sentirse llamado a servir, a darle algo a cambio a los demás y al mundo.

Por otra parte, la forma de manifestar esta espiritualidad (símbolos, ritos, costumbres) también dependerá de cada persona, sin perjuicio de hacerlo o no dentro de una comunidad o credo específico, ya que la espiritualidad no solo está arraigada a lo religioso, sino que esta puede ser vivida desde otros ámbitos y otras dimensiones por cualquier persona que tenga la necesidad de trascender y de buscar respuestas: la práctica de la soledad, el silencio, el yoga, la contemplación estética, la meditación, el mindfulness, vivir acorde con la naturaleza, etc.

Por último, es interesante por su relación con este planteamiento, lo que predicaba una escuela filosófica griega que señala el camino adecuado a seguir en la búsqueda de una espiritualidad:

“Un conocimiento completo y exacto de las grandes cuestiones que preocupan al hombre es imposible o sumamente difícil de adquirir en esta vida, pero el no examinar por todos los medios posibles lo que se dice sobre ellas, o el desistir de hacerlo, antes de haberse cansado de considerarlas bajo todos los puntos de vista, es propio del hombre muy cobarde, porque lo que se debe conseguir con respecto a dichas cuestiones es una de estas cosas:

  • Aprender o descubrir por uno mismo qué es lo que hay en ellas.
  • Si esto es imposible, tomar al menos la tradición humana mejor y más difícil de rebatir y, embarcándose en ella como una balsa, arriesgarse a realizar la travesía de la vida, si es que no se puede hacer con mayor seguridad y menos peligro en navío más firme, como por ejemplo, una revelación de la divinidad.”

Este artículo es meramente informativo, en Psicología-Online no tenemos facultad para hacer un diagnóstico ni recomendar un tratamiento. Te invitamos a acudir a un psicólogo para que trate tu caso en particular.

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Bibliografía
  • Bowlby, J. (1997). El vínculo afectivo. Ed. Paidós Ibérica.
  • Freud, S. (1971). El futuro de una Ilusión. Buenos Aires, Ed. Paidós.
  • Koenig, H, McCullough, M. y Larson, D. (2001). Handbook of Religion and Health. Oxford University Press.
  • Peterson, C. y Seligman, M. (2004). Character Strengths and Virtues. Ed. Oxford Press.
  • Zohar, D. y Marshall, I. (2001). Inteligencia espiritual. Ed. Plaza y Janes.