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El bienestar psicológico como resultado de las relaciones persona-entorno

José Emilio Alberola Colomar
Por José Emilio Alberola Colomar. Actualizado: 16 septiembre 2019
El bienestar psicológico como resultado de las relaciones persona-entorno

Dentro del ámbito de la psicología el concepto de bienestar psicológico adquiere diversos significados. Actualmente suelen enmarcarse (Ryan y Deci, 2001) en una orientación hedonista (Kahneman lo vincula a la presencia de afecto positivo y ausencia de afecto negativo) o una eudaimónica (término acuñado por Aristóteles en su Etica a Nicómaco) en la que el bienestar es la consecuencia de un funcionamiento psicológico pleno a partir del cual la persona desarrolla todo su potencial.

No obstante esta distinción, está aceptado que tanto el componente afectivo del bienestar, que expresa la complacencia y la satisfacción que percibe la persona a través de sus sentimientos y emociones, como el desarrollo de sus potencialidades, están relacionados y se suelen dar conjuntamente, pues el bienestar psicológico no se limita a ser un estado mental de ausencia de dolencias físicas y de preocupaciones, debe incluir la satisfacción de desarrollar las propias capacidades.

En este artículo de PsicologíaOnline, hablaremos del bienestar psicológico como resultado de las relaciones persona-entorno.

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Índice
  1. Introducción
  2. El modelo seth
  3. Propiedades de los factores que sustentan las vivencias
  4. La elección de los objetivos para cada factor
  5. Conclusión

Introducción

En este sentido, el psicólogo Martin Seligman señala en su Teoría del Bienestar:

“El bienestar es una combinación de sentirse bien y de tener realmente sentido en alguna actividad que nos guste o apasione, además de mantener buenas relaciones interpersonales y contar con metas que nos sean retadoras para que se puedan convertir en logros”.

Igualmente, Ryff y Keyes (1995) comentan que “una caracterización más ajustada del bienestar psicológico es definirlo como el esfuerzo por perfeccionarse y la realización del propio potencial’.

Si nos fijamos en algunos de los modelos de bienestar psicológico más difundidos, como son el modelo Multidimensional de Bienestar Psicológico de Ryff (1989), el bienestar social de Keyes (1998), la Pirámide de las necesidades humanas de Maslow (1998), el modelo de Myers y Diener (2000) y el modelo PERMA de Seligman (2011), todos ellos apuntan hacia los siguientes factores: autoaceptación, propósito de la vida, crecimiento personal, autorrealización, relaciones interpersonales satisfactorias, dominio del entorno, integración y contribución social, afectividad positiva, espiritualidad, y una simple observación sobre ellos nos indica que están relacionados de una u otra forma con la interacción de dos elementos básicos: la persona y el entorno en el que desarrolla su existencia, entendiendo por entorno al conjunto de elementos de cualquier naturaleza externos a la persona que intervienen en las interacciones: seres vivos, estructuras físicas, ecosistemas naturales y bienes materiales e inmateriales.

Es evidente que la vida cotidiana de las personas está íntimamente vinculada a su entorno con el que mantienen relaciones dentro de un determinado contexto (físico, familiar, laboral, social, lúdico), y la forma en que interacciona con él repercute sobre la estabilidad y el equilibrio entre ambos y cuando estas relaciones tienen lugar en armonía y ecuanimidad experimentan una sensación de bienestar (físico y psicológico). Tomando como eje de referencia la relación persona-entorno, la cuestión que nos ocupa es construir un modelo basado en ella que nos permita identificar los factores que contribuyen, o puedan contribuir en el futuro, al estado de bienestar psicológico de cada persona.

El modelo seth

Desde la perspectiva de la relación ser humano-entorno, el concepto de bienestar psicológico podría contemplarse a través de un enfoque sistémico interaccional, que considera al ser humano como un sistema biológico complejo íntimamente unido a su entorno y formando el supersistema ser humano-entorno (SH-E). En este supersistema complejo se desarrollan múltiples relaciones entre ambos, aunque a efectos del bienestar psicológico se tienen en cuenta únicamente aquéllas cuyo objetivo es la satisfacción de las necesidades requeridas por la persona para realizar sus expectativas vitales trascendentales, quedando a un lado aquellas más triviales o circunstanciales. El bienestar psicológico surgiría como resultado de estas relaciones cuando generen una sensación de satisfacción y complacencia (obviamente, si ésta es nociva, desagradable o lamentable, el resultado será de malestar, de sufrimiento).

La interacción entre una persona y el elemento del entorno con el que interacciona puede dar lugar a diversos tipos de relaciones, y cada una de ellas genera una experiencia subjetiva a la que denominamos una vivencia, que se define como las experiencias y realidades que una persona vive y es la entidad básica en la que se apoya el bienestar cuando resulta satisfactoria. El bienestar psicológico derivado de la vivencia gratificante tiene una dimensión temporal limitada al tiempo que dura ésta, no obstante, a lo largo de su vida las personas pueden experimentar un gran número de ellas y generar una sensación de bienestar más global y duradera (podría asociarse a términos como felicidad, calidad de vida o satisfacción vital).

Aunque estas vivencias son personales, su contenido depende en gran medida de la estructura y características que tenga el entorno donde tienen lugar, pues es éste el que permite o impide un determinado tipo de relaciones posibles.

En este modelo se considera que las más directamente vinculadas a la vida cotidiana de una persona pueden asociarse a tres situaciones relacionadas con el entorno: estar (ocupar una parcela del entorno), tener (disponer de elementos del entorno) y hacer (intervenir en procesos del entorno).

Siguiendo este planteamiento, puede afirmarse que la relación persona-entorno descansa en cuatro factores o “pilares” básicos sobre los que se van poco a poco asentando todas las interacciones: el sujeto de la interacción (el ser), el lugar donde se produce la interacción (el estar), los elementos del entorno de que dispone (el tener) y las acciones que desarrolla en su entorno (el hacer), que en su conjunto de agrupan bajo el acrónimo SETH.

Cualquier situación cotidiana de la persona estará referenciada en alguno o en varios de estos factores y cada uno de ellos contiene diversos elementos, entre los que se incluyen a título orientativo y no limitativo los siguientes:

  • Ser: se refiere a las características físicas y psicológicas, y cualidades (intelectuales, profesionales, artísticas, deportivas, etc.) que son inherentes a la persona.
  • Estar: se trata de los escenarios habituales donde desarrolla su vida (ciudad, calle, vivienda, lugar de trabajo, espacios de ocio, etc.). Es el espacio físico donde realiza sus actividades y relaciones con el resto de elementos del entorno.
  • Tener: indica los elementos del entorno de los que puede disponer para relacionarse con él, ya sean materiales (alimentos, vivienda, vehículos de transporte, vestidos, aparatos electrónicos, etc.) o inmateriales (tiempo, libertad, prestigio, etc.), así como los vínculos interpersonales (pareja, hijos, amigos, socios, compañeros, etc.).
  • Hacer: acciones que realiza en el entorno donde está y con los elementos que tiene a su disposición para obtener la satisfacción de sus necesidades y objetivos (actividades profesionales, deportivas, artísticas, sociales, lúdicas, etc.).

Teniendo en cuenta esta descripción, la clave del bienestar psicológico está en lograr la afinidad y la armonía entre los cuatro pilares o factores y las relaciones persona-entorno sustentadas por ellos, de forma que mantengan el equilibrio psicológico (la llamada homeostasis psicológica de W. Canon, 1932) y generen un estatus vital satisfactorio.

Cuando a una persona le complace ser como es, le satisface estar donde está, tiene todo lo que necesita y le gusta lo que hace, es muy probable que mantenga relaciones gratificantes con el entorno (vivencias basadas en relaciones interpersonales, económicas, comerciales, sociales, culturales, etc.) gozando de una armonía con él y permaneciendo en un estado psicológico (cognitivo y emocional) equilibrado y abierto a nuevas experiencias. En esta situación, las vivencias de la persona van asociadas a una sensación de satisfacción y complacencia y decimos que disfruta de un estado de bienestar psicológico.

El problema surge cuando no existe esta afinidad y armonía, cuando la persona no está satisfecha con alguno de los cuatro factores que le impiden disfrutar del bienestar y le gustaría que fueran de otra forma. Aparece entonces una brecha entre la situación actual y la que desearía que fuese, provocando la aparición de vivencias insatisfactorias que conducen al desequilibrio psicológico y la inestabilidad emocional. En estos casos la persona se enfrenta a un dilema: si no estoy a gusto con mi situación actual, ¿qué debería hacer?, ¿aceptarla y conformarme, o intentar conseguir la que me gustaría que fuese? La elección no suele ser fácil dados los numerosos aspectos, tanto personales como del entorno, que hay que sopesar para tomar una decisión.

La Teoría de la Autodeterminación propuesta por Ryan y Deci (2000) señala que las personas pueden ser proactivas y comprometidas, o bien, inactivas o alienadas. Los seres humanos tendrían ciertas necesidades psicológicas innatas que serían la base de una personalidad automotivada e integrada y que, además, los ambientes sociales en que se desarrollen fomentarían o dificultarían estos procesos positivos. Estos contextos sociales son claves en el desarrollo y funcionamiento exitoso. Los contextos que no proporcionan apoyos para estas necesidades psicológicas contribuyen a la alienación y enfermedad del sujeto. En aplicación de esta teoría, la persona que opta por alcanzar el bienestar psicológico deberá elegir los componentes (los elementos y las características) que desee para cada factor (por ejemplo, ser audaz en lugar de tímido, vivir en el campo en lugar de la ciudad, ser profesor en lugar de investigador, etc.) y el tipo de relaciones que se pueden establecer con ellos, pero siempre teniendo en cuenta las condiciones y circunstancias del entorno donde tendrán lugar las vivencias, así como la forma con que deben efectuarse (este es el aspecto constructivista del modelo).

El bienestar psicológico como resultado de las relaciones persona-entorno - El modelo seth

Propiedades de los factores que sustentan las vivencias

El bienestar psicológico definido en este modelo se basa en la existencia de relaciones de afinidad y complementariedad entre los cuatro factores, por lo que estos deben cumplir determinadas propiedades, destacando las siguientes:

  • Cada factor está compuesto por un conjunto de elementos que pueden ser susceptibles de intervenir en una misma relación y contribuir a la satisfacción de la vivencia (aunque puede afectar al nivel de satisfacción), y si por cualquier razón no podemos conseguir el que deseamos, puede suplirse con otro (si no es posible vivir en la calle que me gustaría, quizá pueda hacerlo en otra calle cercana a ésta; si no puedo tener una relación laboral con la empresa que quiero, puedo tenerla con otra del mismo sector).
  • Se dan relaciones de interdependencia entre los factores, de forma que la existencia de uno puede depender de la existencia de otro (para ser médico hay que tener una titulación; para hacer alpinismo hay que estar en la montaña, etc.).
  • Los elementos de cada factor que contribuyen al bienestar son específicos para cada persona (la diversidad es la norma imperante en la naturaleza, lo que justifica las diferencias entre las necesidades, gustos e ilusiones); por ejemplo, una persona se “siente bien” viviendo en la ciudad y trabajando en el mundo de las finanzas y otra lo hace viviendo en la montaña y cultivando hortalizas y frutales.
  • La composición de cada factor, así como las relaciones de complementariedad y afinidad entre ellos no son estáticos, pueden variar con el tiempo, desaparecer o incrementarse, pues tanto la persona como el entorno son sistemas dinámicos y están sujetos a las variaciones en virtud de las circunstancias reinantes en cada momento (una persona joven no tiene las mismas facultades, deseos y necesidades que un adulto). No obstante, la capacidad de cambio y flexibilidad no es igual para los cuatro factores; por ejemplo, los rasgos y cualidades personales (el ser) son más difíciles de cambiar que la vivienda (estar), el coche (tener) o el trabajo (hacer).
  • Los cuatro contribuyen al bienestar psicológico, pero no necesariamente con la misma intensidad, dependerá de la valoración que le dé la persona a cada factor atendiendo a la importancia y trascendencia para su vida y del nivel de satisfacción que exija a cada uno de ellos (una persona puede valorar mejor vivir en una ciudad determinada, aunque ello suponga tener menos tiempo libre o renunciar al trabajo que le gustaría).

La elección de los objetivos para cada factor

La tendencia a mejorar las condiciones de vida en busca de una situación de bienestar es normal en el ser humano. Se tiende a conseguir lo que no se tiene o a recuperar lo que se tenía y se ha perdido, pero hay que tener en cuenta una regla importante: no siempre se puede conseguir lo que se quiere, pues el camino que hay que recorrer entre la situación actual y la deseada suele estar lleno de dificultades. Pueden darse circunstancias relacionadas con la propia persona o con el entorno que no estén bajo su control y dificulten el proceso (accidente, desastre natural, enfermedad, despido, divorcio, etc.).

El conseguir los elementos deseados de cada factor salvando estas dificultades se convierte así en el objetivo a lograr.

La existencia plausible de limitaciones y obstáculos para alcanzar el objetivo deseado en cada factor nos obliga a establecer un punto intermedio entre lo que es (la situación actual de los factores) y lo que nos gustaría que fuese (los deseos para cada uno de ellos). Este punto es lo que puede conseguirse en virtud de las circunstancias (potencialidad). Esto nos obliga a introducir un nuevo objetivo para el factor que sustituya al deseado: el realizable o potencial. La existencia de esta distinción entre deseo/potencialidad en la persona exige dar respuesta a nuevas cuestiones: quién puedo llegar a ser, en dónde puedo estar, qué puedo conseguir tener y qué puedo lograr hacer. De la combinación de estas tres dimensiones básicas de la relación persona-entorno que pueden darse respecto los cuatro factores: actualidad, deseo o expectativa y potencialidad, se forma el siguiente esquema:

Dado que el estado psicológico de bienestar requiere de unas características específicas para cada persona, es ella, bien por sí misma o con ayuda de profesionales (psicólogo, counselor o coach), la que debe encontrar respuesta a estas cuestiones planteadas (que implican el conocimiento de sí mismo y del entorno en que tiene lugar las situaciones vitales) y elegir los elementos de cada factor susceptibles de procurarle el bienestar. No obstante, existen unas reglas generales de actuación a tener en cuenta:

Evitar fijar objetivos irracionales o ilusorios

a estos cuatro factores. Los objetivos deben ser proporcionadas a nuestras posibilidades, pues si no se consigue lo que se quiere sobreviene el fracaso y la frustración. Además, las expectativas exageradas y aspiraciones infundadas suelen ser fuente de ansiedad y estrés. La experiencia nos muestra que muchas personas tienden a fijar el objetivo de los factores guiados más por la ilusión que por la razón y esto lleva a ponerse objetivos muy difíciles o imposibles de alcanzar: quieren ser más de lo que pueden ser, estar donde no pueden estar, tener lo que no pueden tener y hacer lo que no pueden hacer.

No dejarse guiar demasiado por las emociones

Las vivencias repetidas establecen vínculos cognitivos y emocionales con los elementos del entorno con los que se relacionan (familiares, amistad, compañerismo, etc.). La fuerza de estos vínculos pueden influir en la elección de los elementos deseados para un factor que no sean los adecuados (el amor o el odio pueden hacer que una persona elija el nuevo componente del factor de forma irracional e insensata).

Establecer una jerarquía

Debido a que la experiencia nos dice que es poco probable que se puedan conseguir los objetivos deseados en todos los factores, debería establecerse una relación jerárquica entre ellos según el valor que tengan para la persona y las circunstancias en que se encuentre. Se trataría de elegir qué necesidad o inquietud a satisfacer se considera más importante: ser como me gustaría ser, estar donde desearía estar, tener lo que deseo o hacer el trabajo que me entusiasme. Igualmente, como cada factor está compuesto de numerosas opciones (diversos rasgos y cualidades personales, distintos bienes materiales, así como lugares donde estar y actividades a realizar) también debería establecer una jerarquía entre ellos.

Determinar el umbral de satisfacción aceptable

La satisfacción que se obtiene en un factor no es un valor único, se extiende desde una insatisfacción total a una satisfacción máxima pasando por estados intermedios. En este sentido, el no haber alcanzado el objetivo deseado en un factor (satisfacción máxima) no impide experimentar una sensación de bienestar si se consigue un objetivo de menor nivel que sea aceptable (ser valiente aunque no tanto como se deseaba, estar en un buen equipo aunque éste no sea el mejor, tener amigos pero no conseguir tantos como desearía, ocupar un cargo directivo importante aunque no sea al que aspiraba, etc.). En este caso debería averiguarse cuál es el umbral de satisfacción aceptable en cada factor para considerar que se ha alcanzado el bienestar psicológico y “sentirse bien”.

Analizar qué probabilidad existe de lograr lo que deseamos y estudiar la relación coste-beneficio

del proceso para conseguirlo. Es evidente que no merece la pena emplear más esfuerzo si con ello no podemos mejorar la situación hasta el umbral de satisfacción elegido. Según el psicólogo Herbert Simon el esfuerzo está directamente relacionado con el premio obtenido, y éste depende de la utilidad de lo conseguido y de la satisfacción que ha generado. Por tanto, buscar de forma obsesiva las situaciones óptimas en cada factor podría calificarse de inadaptado o insensato. Hay ocasiones en que el intento de superar las carencias actuales y buscar una situación más satisfactoria hace que la persona dedique una gran parte de su tiempo y esfuerzo a esta misión, dejando a un lado otras parcelas de su vida cotidiana capaces de generar satisfacciones y alegrías en el presente.

Sin perjuicio de las reglas anteriores y siguiendo el principio de la psicología positiva, el bienestar psicológico requiere algo más que una sensación de serenidad y sosiego por la ausencia de perturbaciones psicológicas y de preocupaciones que conducen a un estado de ánimo apacible y de equilibrio, implica además el alumbrar proyectos de vida ilusionantes en los que estén involucrados estos factores. La expectativa fundada de realizar algún proyecto gratificante que nos ilusione y nos reporte una sensación de complacencia, satisfacción y de disfrute de lo conseguido (crear una empresa, formar una familia, viajar a un país exótico, etc.) contribuye en gran medida al estado de bienestar, y para que un proyecto de este tipo (hacer) tenga éxito se requiere que los otros tres factores: ser, estar y tener, sean afines y complementarios con éste.

El bienestar psicológico como resultado de las relaciones persona-entorno - La elección de los objetivos para cada factor

Conclusión

Cualquier persona desea mantener unas relaciones equilibradas y armoniosas con su entorno que le hagan sentirse bien y disfrutar de un estado de bienestar psicológico. Para conseguirlo, debe encontrar una combinación de elementos de los cuatro factores que genere una situación vital gratificante y satisfactoria, ya que está demostrado que no existe solo una única combinación de estos capaz de generar un estado de bienestar psicológico, sino que éste puede alcanzarse a través de numerosas combinaciones.

Cada factor contiene varias posibilidades y/o elementos (desde 1 hasta n): una persona puede ser definida por muchas rasgos, tanto físicos como psicológicos; puede estar en diversos espacios (ciudad, hogar, centro de trabajo, centro de ocio, etc.); tener numerosas vínculos personales y objetos materiales e inmateriales y hacer diversas actividades; y con todas estas posibilidades se pueden generar un sinfín de combinaciones afines que faciliten relaciones persona-entorno satisfactorias capaces de proporcionar estados de bienestar (no existe un factor “vacío” de elementos, esto es, cuyo valor sea 0, pues en cualquier interacción siempre habrá alguien en algún sitio haciendo algo con alguna cosa).

El objetivo de cada persona es encontrar la combinación factorial que más se adapte a sus deseos e ilusiones dentro de sus posibilidades y en las circunstancias y condiciones que le ofrece el entorno; una combinación que sea capaz de convencerle de que la vida merece la pena ser vivida, pues cuando una persona no se quiere tal y como es, no está en el lugar deseado, no tiene lo que necesita y no encuentra satisfacción en lo que hace, tiene en su interior el germen de la “falta de sentido” de su vida (se han visto muchos casos de depresión y suicidio debidos a estas carencias).

La expresión en términos matemáticos del bienestar vendría dada por la fórmula:

BIENESTAR PSICOLOGICO = f (S1-n, E1-n, T1-n, H1-n)

Pero conseguir una combinación de los cuatro factores que promuevan un bienestar psicológico de plena y total satisfacción no está al alcance de todos. No obstante, lo que sí está al alcance de muchos es conseguir, teniendo en cuenta sus recursos, una combinación factorial que posibilite relaciones con el entorno capaces de generar una situación de bienestar “adaptada a las circunstancias” que sea factible, y después, aceptarla aunque no sea la deseada (en este sentido, en 1995 Diener y Fujita investigaron una covariación de recursos: dinero, apoyo familiar, habilidades sociales e inteligencia, obteniendo un índice de recursos que asociaron con el bienestar, concluyendo que parecía ser que las personas pueden lograr a menudo su bienestar psicológico emparejando sus metas con los recursos que ellos poseen).

No obstante, hay que tener en cuenta que existen situaciones donde se produce una carencia en más de un factor de elementos considerados como fundamentales para la persona, lo que hace muy difícil la aceptación y la adaptación a las nuevas circunstancias debido a la dificultad de encontrar una nueva combinación de factores capaces de generar bienestar. Un ejemplo puede ilustrar esta situación: ¿puede disfrutar de bienestar psicológico un preso que está en un establecimiento penitenciario, con sus cualidades personales “aparcadas”, que no tiene libertad ni bienes materiales y que sólo puede hacer un pequeño número de cosas muy concretas y ajenas a sus gustos y deseos?; ¿puede hacerlo igualmente alguien con una incapacidad intelectual o física? En ambos casos la aceptación y adaptación vienen obligadas por las circunstancias, pero ello no impide que algunas personas logren el bienestar en ellas.

En cualquier caso, la aceptación, para que sea eficaz y pueda generar un estado de bienestar psicológico, no puede consistir en asumir la imposibilidad de conseguir lo que uno quiere y le gustaría, conformarse con lo que está a su alcance y aprender a resignarse y a tolerar la frustración que genera la insatisfacción de los deseos e ilusiones; sino que debe ser de convencimiento, sin ningún género de duda, de que la combinación de elementos obtenida era la que se podía lograr después de haber agotado todas las posibilidades a nuestro alcance, y este logro deberá venir acompañado de autocomplacencia y satisfacción personal por lo conseguido (en ocasiones aceptamos la situación y aprendemos a vivir con ella, pero no tenemos la sensación de bienestar).

Cuando una persona hace todo lo posible y emplea todos los medios a su alcance para llegar a ser lo que quiere ser, estar dónde quiere estar, tener y hacer lo que le guste, y no lo consigue, debería sentirse satisfecho aunque no haya logrado el nivel que deseaba; no debe caer en la frustración y la infravaloración de uno mismo y del entorno en que vive, sino disfrutar del estatus obtenido y no lamentarse por lo que “debería haber sido y no es”. Finalmente, ante esta situación sería aconsejable preguntarse: ¿merece la pena dedicar tanto tiempo y tanto esfuerzo por conseguir lo que se desea y no se tiene, en lugar de dedicarlo a disfrutar y saborear intensamente las cosas buenas que ya se tienen?

Este artículo es meramente informativo, en Psicología-Online no tenemos facultad para hacer un diagnóstico ni recomendar un tratamiento. Te invitamos a acudir a un psicólogo para que trate tu caso en particular.

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Bibliografía
  • Diener, E. (2000). Subjective well – being: The science of happiness and a proposal for a national index. American Psychologist.
  • Diener, E. y Fujita, F. (1995). Resources, Personal striving, and subjective well-being: A nomothetic and idiographic approach. Journal of Personality and Social Psychology.
  • Maslow, Abraham Harold (1998). El hombre autorrealizado: Hacia una psicología del ser (Barcelona: Editorial Kairós).
  • Myers, D. G. (2000). The funds, friends, and faith of happy people. American Psychologist.
  • Ryff, Carol & Keyes, C. M. (1995). The structure of psychological well-being revisited. Journal of Personality and Social Psychology.
  • Seligman, M. (2005). La auténtica felicidad. (Barcelona: Ed. B, S.A.).
  • Seligman, M. (2011). Flourish: A New Understanding of Happiness and Well-Being - and how to Achieve Them. (Londres: Ed. Hodder & Stoughton General Division).
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consuelo
gracias por la imformacion ,nesesecito tanta ayuda aora mas que nunca
Eilyn
Acepto que necesito ayuda urgente necesito consejos sobre esta enfermedad que me está matando
Anna Badia (Editor/a de Psicología-Online)
Hola Eilyn,
Me alegra que hayas dado el paso de aceptar la ayuda. Te recomiendo buscar un profesional especializado en lo que te ocurre.
Saludos.
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