Psicología social

Exclusión social: qué es, tipos, ejemplos y propuestas

Exclusión social: qué es, tipos, ejemplos y propuestas

La precariedad económica de las personas en las circunstancias actuales alcanza una dimensión y extensión que conduce a quienes afecta no solo a la pobreza, sino incluso también a la exclusión social. Llegados al estadio de la exclusión, aún cabe un escalón más: la marginación. El fenómeno no puede reducirse a la dimensión socio-económica: la exclusión social es una situación multifactorial que procedemos a analizar desde la perspectiva psicológica y de intervención social. Centraremos el análisis en quienes se convierten en usuarios de servicios públicos (concretamente de las Bibliotecas) en un paso previo a la desocialización. Estos usuarios conforman un grupo fiel pero no exento de peculiaridades que pueden chocar con el resto de usuarios y con la propia institución, tanto por las dificultades con el cumplimiento de las normas de uso, como por las necesidades de planificación y adaptación que exigen de la oferta de servicios bibliotecarios.

En este artículo de Psicología-Online, veremos en profundidad qué es la exclusión social, sus tipos y ejemplos y propuestas para ayudar a combatirla.

Índice

  1. Qué es la pobreza
  2. Qué es la exclusión social
  3. Cuándo se ingresa en la pobreza
  4. Tipos de exclusión social y pobreza
  5. Cómo combatir la exclusión social
  6. Causas y consecuencias de la exclusión social y la discriminación
  7. La estigmatización en la discriminación
  8. Las bibliotecas como recurso para ayudar a combatir la exclusión social
  9. Intervención para ayudar a combatir la exclusión social

Qué es la pobreza

Se considera que la pobreza hace relación a una situación de desigualdad económica caracterizada por un nivel de ingresos inferior a la mitad o menos de la media de ingresos que perciben en un contexto concreto hogares o personas (Subirats et als., 2004). Y a un paso más, se encontraría la exclusión social. Inicialmente, la exclusión social quedó asociada al estado de desempleo e inestabilidad de los vínculos sociales que tiene toda persona (dentro de ella a la marginalidad).

Qué es la exclusión social

La exclusión social es multifactorial, pensemos que si no fuese así, incluso en su faceta más extrema, la indigencia, sería abordable con relativa facilidad, puesto que el afectado no dejaría pasar ninguna oportunidad que no le condujese hacia un funcionamiento social más normal; sobre todo, porque él es el más interesado en romper con dicha situación.

En muchos casos, los servicios sociales y públicos constituyen los recursos finales para una supuesta reinserción social, liminales, previos o próximos a la desocialización e indigencia. Entre estos servicios públicos se encuentra las bibliotecas. Un cierto número de usuarios, que quizás hayan conocido funcionamientos psíquicos, relacionales, económicos y sociales normalizados previos; una vez privados de tales condiciones que posibilitaban su inserción, se derrumban y encaminan a la indigencia, siendo la biblioteca uno de los últimos hitos referentes a la normalidad, o de contacto con dicha normalidad. O al menos, eso queremos pensar nosotros, aunque resulte ilusorio.

Además, trataremos de analizar sucintamente el proceso que se verifica en la biblioteca como espacio público, que como tal acoge a todo tipo de usuarios y, en ocasiones, la convivencia resulta problemática y genera roces entre las personas.

Cuándo se ingresa en la pobreza

Hablar de pobreza es hacer relación a criterios económicos sobre las personas y sus hogares. En España existe un sistema de pensiones no contributivas inconsistente y variado según la comunidad autónoma en la que resida la persona en cuestión. No obstante, existe un consenso que establece que el paso definitivo a la marginalidad lo constituye la pérdida del hogar.

Tipos de exclusión social y pobreza

En términos de FEANTSA (European Federation of National Organisations working with the Homeless) (2018), según la tipología THEOS existen diferentes tipos de personas sujetas a la situación de sin hogar y exclusión residencial:

a. Sin techo (fooflees)

  • 1. Vivir en un espacio público (sin domicilio)
  • 2. Pernoctar en un albergue y/o forzado a pasar el resto del día en un espacio público

b. Sin vivienda (houseless)

  • 3. Estancia en centros de servicios o refugios (hostales para sin techo que permiten diferentes modelos de estancia)
  • 4. Vivir en refugios para mujeres
  • 5. Vivir en alojamientos temporales reservados a los inmigrantes y a los demandantes de asilo
  • 6. Vivir en instituciones: prisiones, centros de atención sanitaria, hospitales sin tener donde ir, etc.)
  • 7. Vivir en alojamientos de apoyo (sin contrato de arrendamiento)

c. Vivienda insegura (insecure housing)

  • 8. Vivir en una vivienda sin título legal (vivir temporalmente con familiares o amigos de forma involuntaria, vivir en una vivienda sin contrato de arrendamiento –se excluyen los ocupas-, etc.)
  • 9. Notificación legal de abandono de la vivienda
  • 10. Vivir bajo la amenaza de violencia por parte de la familia o de la pareja

d. Vivienda inadecuada

  • 11. Vivir en una estructura temporal o chabola
  • 12. Vivir en una vivienda no apropiada según la legislación estatal
  • 13. Vivir en una vivienda masificada

Cómo combatir la exclusión social

La pérdida del hogar implica “una ruptura profunda en la vida de la persona, sus expectativas personales y las estructuras sociales” (Márquez et als., 2012). Existen colectivos entre los que se hace más hincapié de efectuar la prevención, tales como:

  • Centros penitenciarios
  • Centros sanitarios (hospitales de larga estancia, centros de tratamiento psiquiátrico y de atención a las toxicomanías)
  • Centros de protección de menores
  • Fuerzas armadas (una vez desmovilizados o al regreso de misiones de combate o especial peligrosidad)
  • Inmigrantes (Centro de documentación y estudios -SIIS, 2005)

Aunque los recursos asistenciales existen, se dan grandes diferencias en el soporte social y sanitario entre los distintos ámbitos en que se realizan las intervenciones con personas sin hogar y comparativamente son inferiores a las de los países de nuestro entorno (Márquez, op.,cit.). Generalmente, consisten en soluciones de emergencia que contemplan el alojamiento y afrontamiento de las necesidades más perentorias (sitio donde dormir, comer, ducharse y permanecer ciertas horas). También las infracciones a las necesidades del usuario son frecuentes en términos de higiene, intimidad (baños, duchas, servicios, dormitorios comunitarios (con su correlato de ruidos, trasiego de nuevos usuarios y acoplamiento en plazas libres)), problemas relativos a la seguridad personal. A cambio, se les exige una actitud de reinserción, de colaboración mínima. Obviamente, los procesos más variables, incuantificables y difícil abordaje son los relativos a la desestructuración personal que viven las personas que se encuentran en la calle. De ahí, que las prácticas institucionales existentes, en determinados casos, tengan un alto grado de fracaso y, uno de los sitios de los que no pueden ser desalojados son los espacios existentes en las bibliotecas, durante el horario de apertura al público.

Causas y consecuencias de la exclusión social y la discriminación

Jonhstone et als. (2015) analizaron la relación entre la discriminación y el bienestar (en este caso, ausencia del mismo), en este caso en población de Australia. Identificaron tres elementos que inciden en la relación entre el bienestar y la discriminación percibida y, que presentan una propensión a amplificar los efectos negativos de la segunda sobre el primero. De alguna manera, explicarían por qué las percepciones de las personas que se sienten y ven desamparadas pueden ser razones subyacentes a la discriminación y afectar al bienestar que experimentan. Así indican:

Que el estigma sea un factor "controlable"

En primer lugar, hay pruebas que apuntan que cuando se considera que la identidad estigmatizada es en cierta medida controlable (como el desempleo, la drogadicción u obesidad), la discriminación basada en grupos tiene un efecto más perjudicial en el bienestar que la discriminación dirigida contra aquellos con un estigma incontrolable (como la raza o el género). De hecho, es más probable que tanto los individuos como los perpetradores perciban que el tratamiento negativo basado en grupos es legítimo si se dirige a personas con estigmas controlables en comparación con los estigmas incontrolables (Weiner et al., 1988; Rodin et al., 1989).

Debido a que el estatus de vivienda se percibe como algo bajo el control de un individuo, es por lo que a menudo se considera que las personas sin hogar son responsables de su falta de vivienda adecuada (Parsell y Parsell, 2012) y, es posible (con más seguridad) que las personas sin hogar se enfrenten a formas altamente legitimadas de discriminación, lo que amplifica las consecuencias negativas para su bienestar.

Los prejuicios hacia las personas sin hogar

En segundo lugar, a pesar del hecho de que las personas sin hogar son percibidas como personas con dificultades y que necesitan atención y compasión (Kidd, 2004; Benbow et al., 2011; Shier et al., 2011), también hay evidencia de que las personas sin hogar no son percibidos como completamente humanos (Harris y Fiske, 2006). La investigación ha demostrado que las personas sin hogar, como grupo no son consideradas competentes ni cálidas y, por lo tanto, forman "lo más bajo de lo más bajo" (Fiske et al., 2002). Esto provoca el peor tipo de prejuicio (asco y desprecio) y puede hacer que las personas sean funcionalmente equivalentes a los objetos (Harris y Fiske, 2006). Esto incrementa, aún más, la legitimidad percibida del tratamiento negativo contra las personas sin hogar y, a su vez, compromete la capacidad de un individuo para hacer frente a la discriminación.

Otras condiciones estigmatizadas

En tercer lugar, las personas sin hogar a menudo no solo son discriminadas por su estado de vivienda, sino que también sufren discriminación por otras razones. En particular, estos individuos también suelen experimentar enfermedades mentales y/o drogadicción, condiciones que están sujetas a altos niveles de estigma en la sociedad (Barry et al., 2014).

En resumen, debido a que las personas sin hogar afrontan una discriminación que se percibe que legitima ​​atacarlas por muchas razones diferentes, predecimos que el bienestar de estas personas se verá afectado negativamente. De acuerdo con esto, tanto el trabajo cualitativo como el cuantitativo describen el impacto negativo de la discriminación de las personas sin hogar en su bienestar (Phelan et al., 1997; Lynch y Stagoll, 2002; Kidd, 2007) y las personas sin hogar describen la experiencia de la discriminación como hacer que la transición de la falta de vivienda al empleo y la vivienda estable sea significativamente más compleja y desafiante (Milburn et al., 2006; Piat et al., 2014). Cuando no, imposible.

La estigmatización en la discriminación

Lo podemos experimentar a diario en nuestra vida cotidiana y cómo, inconscientemente y de manera indeseada, hacemos uso de estos mecanismos de discriminación, el grupo "normalizado", los que hemos tenido la fortuna de sortear la adversidad. Lo expone como mucha mayor elegancia el profesor Declerck en su libro Los naúfragos, cuando señala la dificultad de conseguir la identificación entre el terapeuta y el enfermo y, éste último (ya vencido y abandonada toda esperanza) inicia su caída y hundimiento (cómo se le escapa al profesional, buscando perder su identidad, desaparecer):

"Esa dimensión de la mirada remite a un tema clásico del discurso de la sociedad con relación a la población de la calle: es el de lo limpio y lo sucio. Los indomiciliados, residuos del cuerpo social, son su deshonra y mancillan su espacio. Frente a esta plaga híbrida que vehícula un compuesto de angustia por la seguridad y la inconveniencia estética, es importante "limpiar" el espacio, desplazando a los indomiciliados hacia algún otro lugar socialmente, si no geográficamente, lejano. Su sola vista es inoportuna. Hay que hurtarles a la mirada, que es un espacio saneado, no debe ya, in fine, encontrar otra cosa que a sí misma en una perspectiva sin manchas, es decir, vacía, es decir muerta.." pp. 240.

La falta de control de los esfínteres, a la que el profesor Declerck (op. cit.) da una valor dentro de una interpretación psicoanalista: él atribuye a este comportamiento un relación con la ruptura de su identidad corporal y espacio - temporal. Al actuar a su libre antojo, desaparece la elaboración corporal estable en el sujeto entre interioridad y exterioridad corporal: de este modo, el individuo se encuentra exiliado del mundo y de sus exigencias, el tiempo, del espacio, de los otros y de sí mismo. Poético, pero trágico. Y simultáneamente, es un instrumento que utiliza para ignorar, primero y, expulsar, a continuación a los que le rodean, al tiempo que se apropia de un espacio en su entorno ("olor nauseabundo", "horrible"). Rompe el orden social, es el transgresor por antonomasía, junto con el criminal, el toxicómano, la prostituta (en ocasiones los papeles se solapan y comparten). Aquí, entramos los "normales" que, nos vemos agraviados (por el olor como agresión de nuestro paraíso limpio), pero el supuesto agresor no entiende el porqué (ya adaptado y sin autopercepción de el olor que desprende su cuerpo y sus pertenencias).

Pero para poder "ayudarlos" a salir de este estado ha de suscitarse una solicitud por parte de estos indomiciliados, con exigencias que son incapaces de mantener en el tiempo (concepto que han anulado en su forma de ser y estar). Lo primero, se les demanda algún tipo de documentación, que suelen perder con frecuencia (como un autocastigo, así están más preocupados por su carrito, sus cartones para dormir, que por la documentación) y volver a solicitar para poder optar a cualquier tipo de ayuda, pero que no se les puede ofrecer porque carecen de dicha documentación. Es un esfuerzo tremendo para personas enfermas, desocializadas, que no entienden lo que se les está pidiendo, pero que además ya lo han perdido, una vez solicitado. Un círculo infernal, sin fin, de sufrimiento para el afectado y de cierto desdén por parte de los bienintencionados auxiliadores.

Las bibliotecas como recurso para ayudar a combatir la exclusión social

Las bibliotecas son uno de los espacios de urgencia por antonomasia: dotadas de iluminación, calefacción, servicios de aseo de acceso público, posibilidad de interaccionar con algunos usuarios y público en general, antes de entrar y después de salir, en las inmediaciones. Pero además, son y pueden ser, uno de las últimas oportunidades antes de la inmersión en la indigencia, en la conversión de la persona en “paisaje y mobiliario urbano”. Ciertamente, estas personas son una parte mínima y heterogénea, que demandan parte de los servicios públicos que la biblioteca les puede proporcionar (Fitzpatrick Ass, 2004) (e incluso ni los demandan, solamente se limitan a estar). Tales usuarios son personas incompletamente asimiladas, puesto que han perdido sus capacidades, su estatus social o han dejado su anterior cultura, motivo por el que son rechazadas o no logran plenamente ser aceptadas en la nueva sociedad en cuyo seno viven. En esta perspectiva, comúnmente el sujeto que ha perdido su estatus social pasa a formar parte de un indiferenciado grupo minoritario respecto al grupo mayoritario, supuestamente normalizado (Meneses, 2008).

A partir de una experiencia personal en el desempeño de unas prácticas, por tanto, con un valor limitado en el tiempo y el número de instalaciones observadas -prácticas de la Facultad de Documentación- nos ha permitido realizar algunas apreciaciones, que quizás exigiesen por nuestra parte una mayor profundización metodológica, en dos dimensiones.

Los usuarios

La primera se refiere a los usuarios, con una distinción muy simplista, al distinguir con cierta facilidad entre:

  • Un usuario temporalmente desfavorecido económica y socialmente (incluso transeúnte, parado, pero con tentativas de reinserción).
  • Un usuario que podríamos considerar más diligente (de carácter más permanente), en términos de su comportamiento dentro de la biblioteca y del uso de sus instalaciones.

Les diferencia dentro de su precariedad, en primer lugar, su estatus económico -ausencia de trabajo, agotamiento de las prestaciones, en el primer caso, frente a ausencia total de recursos y preocupación por llegar a tiempo al comedor social y alojamiento-.

Factores de salud

En segundo lugar, apreciamos diferencias en sus factores de salud:

  • Generalmente conservada o levemente afectada, en el primer caso.
  • Frente a existencia de problemas físicos y/o de salud mental, en el segundo; además de diferente comportamiento: respeto de las normas, en el diligente, frente a mayor laxitud en las normas de uso y comportamiento, en el caso del más desposeído-.

Factores culturales y educacionales

En tercer lugar, se observan diferencias en factores culturales y educacionales: mientras que el usuario desfavorecido realiza un esfuerzo, a partir de los recursos disponibles, por adquirir, desarrollar y mantener habilidades y competencias nuevas -uso de boletines institucionales, legislativos, de recursos de los servicios sociales disponibles, TIC´s, intento de acortar la brecha digital (tanto como herramienta, como pasatiempo, incluso disponer de un domicilio fijo virtual, buzón de correo electrónico).

Por su parte, el segundo, desheredado, si acaso recurre a los servicios para cobijarse, hacer un uso de pasatiempo -cuando se interesa- de las TIC´s o, lo más frecuente, total desinterés (ocupar una plaza con cierto grado de confort, en la zona de ordenadores o audio-visuales).

Circunstancias vitales

Una cuarta observación, se refiere a las circunstancias vitales que les diferencian: situación laboral, de núcleo familiar (divorcio o separación reciente, tutela conflictiva de los hijos, lejanía del hogar por migración por factores de carácter económico) del usuario diligente; frente a la apatía, desconexión del entorno y recursos disponibles.

Actitud de la institución

Una segunda dimensión en cuanto a las apreciaciones es la relativa a la actitud que presenta la propia institución y el resto de los usuarios normalizados frente a estos individuos, junto al trato recibido por parte de estas personas y proporcionado por la insititución, que indudablemente repercute en su estado anímico y físico.

Observaciones

Siguiendo la intuición, sin una metodología observacional, no cuantitativa, diríamos que “anecdótica”, pero que se repite por todos los centros de esta naturaleza, hemos visto que este grupo, discriminado, minoritario, heterogéneo que consigue pasar el umbral de las bibliotecas públicas presenta problemas derivados, genéricamente, de:

  • Factores económicos (falta de trabajo, de recursos)
  • Factores de salud (físicas y de comportamiento y/o ambas)
  • Factores educaciones y culturales (carencias en habilidades y competencias nuevas, TICS, etc., cuando no abiertamente, absoluto desinterés)

En ellos sí se aprecia claramente la denominada brecha digital: tienen una importante incapacidad para rentabilizar un poco los recursos a su disposición (los usan, cuando se les permite, como pasatiempo –música, películas-; no como herramienta que les permite disponer de domicilio virtual fijo – sea como buzón donde recibir información y no acabar desconectado de los recursos disponibles o de la información que les pueda beneficiar -.

Además, llegan a este estado por múltiples factores circunstanciales de la vida, personales, vitales (paro prolongado, divorcios, pérdida de tutela, salida de la prisión, consumo de sustancias de abuso, ineficaz gestión de ayudas públicas, etc.).

Este estado les coloca en desventaja frente a la institución y resto de usuarios. Sufren discriminaciones por su ausencia notoria de higiene corporal y aspecto personal, discriminaciones por su situación administrativa (no disponer de dirección fija, o poseer dirección de albergues). Las administraciones les ofrecen ayuda, con bastante buena voluntad, pero se echa de menos un déficit de planificación de actuaciones frente a interferencias con lo que se considera normal funcionamiento del servicio (protocolos sobre cómo se debe actuar, en qué términos – en ocasiones reaccionan de manera displicente o con agresividad verbal -, qué acciones se han de adoptar). Son unos usuarios con unas características diferenciales, lo que les aboca al desinterés de la administración y personal propio. Incluso, es frecuente que se vean relegados a espectadores de un despliegue de los pequeños obsequios (marketing institucional, de concursos, conferencias, bolígrafos, pen-drives, etc) que se ofrecen al resto de usuarios y por el que presentan un total desinterés, por su parte (ya ni protestan).

Intervención para ayudar a combatir la exclusión social

Aunque el momento actual es muy complejo, desgraciadamente muchos usuarios desaparecerán (pérdida del hábito, mayor discriminación, mayor desarraigo), parece necesario que las administraciones y trabajadores de este sector, apoyados por los técnicos municipales y de los servicios sociales hagan un esfuerzo tendente a proporcionar los servicios públicos que puedan demandar estos usuarios.

Cabe pensar si no se podría experimentar algo relativo a:

  • La alfabetización informacional y digital gratuito muy básicos (que no les supondría coste adicional)
  • Manejo de herramienta ofimáticas TXT, Word e internet: manejo del correo, y de webs (adjuntar, descargar, guardar etc.) que sirve de domicilio digital.
  • Establecer normas: pocas y muy claras y menos discrecionalidad en su aplicación.
  • No discriminar ni depender del trabajador de turno.
  • Proporcionar al personal formación continuada en el trato que debe dispensarse al público en general, y ante situaciones concretas y particulares.
  • Elaborar una carta de derechos del usuario o código de buenas prácticas en la atención al usuario (junto a las acciones encaminadas a la prevención y seguridad de los trabajadores (objetos potencialmente lesivos, actitudes o formas de abordar y dirigirse a los usuarios, distancias, lenguaje corporal…).

Este artículo es meramente informativo, en Psicología-Online no tenemos facultad para hacer un diagnóstico ni recomendar un tratamiento. Te invitamos a acudir a un psicólogo para que trate tu caso en particular.

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Bibliografía
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  • Meneses, F. (2008): Servicios bibliotecarios para grupos vulnerables: la perspectiva en las directrices de la IFLA y otras asociaciones. Inf. & Soc.:Est., João Pessoa, v.18, n.1, p.45-66, jan./abr. 2008. Accessible desde: <http://www.ies.ufpb.br/ojs/index.php/ies/article/view/1639/1652> . [consultado el 07 de octubre de 2016].
  • Subirats, J., et als. (2004): Pobreza y exclusión social: Un análisis de la realidad española y europea. Colección de estudios sociales, n.º 16. Fundación la Caixa, Barcelona, 2004.
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