La familia: el divorcio y los hijos
Podríamos definir la familia como la unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia que se supone duradero, en el que se generan fuertes sentimientos de pertenencia a dicho grupo, en el cual existe un compromiso personal entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia.
No obstante, no siempre las relaciones de pareja acaban bien, y muchas veces ambos miembros se ven en la necesidad de divorciarse por el bien común. Pero... ¿qué pasa con los hijos? En este artículo de Psicología-online te hablamos sobre la familia: el divorcio y los hijos.
Qué es la familia: definición e implicaciones del concepto
Desde que nacemos, la familia se constituye como el principal grupo de apoyo y de sostenimiento. Se comienza con la conducta de apego nada más nacer, y termina con la posibilidad que nos brinda la familia de acceder a los recursos que nos ofrece la sociedad. En este sentido, podemos decir que el grupo familiar cumple una serie de funciones con respecto a sus hijos, que serían las siguientes:
- Asegurar su supervivencia, su crecimiento y su socialización en las conductas básicas de comunicación, diálogo y simbolización.
- Aportar a sus hijos un clima de afecto y apoyo sin los cuales el desarrollo psicológico sano no sería posible.
- Aportar a los hijos la estimulación necesaria para relacionarse de una forma competente con su entorno físico y social, así como la capacidad para responder a las demandas y exigencias planteadas por su adaptación al mundo que les toca vivir.
- Tomar decisiones con respecto a la apertura hacia otros contextos educativos que compartirán con la familia la tarea de educación del pequeño.
El divorcio: definición y tipos
Es en los años sesenta cuando se comienza a tener una estimación aproximada del número de divorcios tanto en Europa como en Estados Unidos. Desde entonces y hasta ahora se calcula que las separaciones parentales han crecido alrededor de un 300% y, cómo no, las grandes víctimas de estas decisiones suelen ser los niños.
El divorcio y los hijos
Se puede considerar la separación o divorcio parental como un acontecimiento traumático y estresante para los niños y que, dependiendo de la actitud que manifiesten los padres ante él, puede traer consecuencias de uno u otro tipo. Con ello nos referimos al conflicto conyugal que suele estar presente en la gran mayoría de separaciones matrimoniales y que supone un factor de riesgo alto en el desarrollo de psicopatologías en la infancia. Sin embargo, hay que tener en cuenta que este riesgo al cual apuntamos depende, en gran medida, del tipo de relación y del número de conflictos que el matrimonio desarrolle durante el proceso; así como la forma en la que los progenitores comunican la decisión a sus hijos.
Tipos de divorcio
El fin de un matrimonio supone un duro proceso, tanto para la pareja como para el resto de la familia, pero aquí los hijos son los más vulnerables, puesto que ven tambalearse ese concepto de grupo de apoyo que supone el seno familiar y del que hemos hablado en la introducción del artículo. Todo ello es debido al gran cambio estructural y personal que supone una separación y como consecuencia, según Fernández Ros y Godoy Fernández, se podrían establecer cinco tipos de divorcio con consecuencias diferentes cada uno:
- La separación matrimonial o divorcio psíquico: que supone el distanciamiento emocional entre la pareja, ya estén ambos de acuerdo o la decisión sea tomada de forma unilateral.
- El divorcio legal: el establecido ante la ley y en el que se deben tomar medidas con respecto a los bienes, los hijos, etc.
- El divorcio de comunidad o social: que supone el distanciamiento de los miembros de la pareja del entorno social que hasta entonces compartían.
- El divorcio de propiedad: en lo referente al reparto de bienes acaecidos en la pareja.
- El divorcio de dependencia: entendiendo como tal un cambio evidente de roles desempeñados de aquí en adelante.
Estos cinco tipos de divorcio tendrán repercusión en los niños, ya sea de una forma directa o indirecta teniendo en cuenta las etapas de crisis que sus padres tengan que afrontar y la resolución de las mismas con respecto a la relación posterior al divorcio entre los miembros que componen la familia.
Cómo comunicar la separación parental a los hijos
El proceso de comunicación de la separación conyugal a los hijos no es un paso nada fácil. En primer lugar, nunca hay que dudar en tomar esta decisión y de poner a los pequeños al corriente del cambio evidente que va a sufrir la situación familiar. Eso sí, es muy importante para los padres que hagan adaptaciones de su discurso teniendo en cuenta la edad de sus hijos: la información debe de ser verídica pero nunca agresiva para ellos. Es un gran error considerar que el ocultar la realidad de la separación a los pequeños los beneficiará en algún caso, ya que por lo general no hace más que exacerbar la confusión, inseguridad y la desconfianza con respecto a los padres. Lo ideal sería comunicar a los niños la decisión del divorcio con un tiempo de margen antes de que el padre no custodio abandone el hogar (unas dos o tres semanas), pero tampoco se debe de alargar la convivencia juntos mucho más tiempo, ya que sino los niños pueden interpretar la situación como de reconciliación o vuelta atrás.
El clima ideal
El clima ideal para proceder al proceso de comunicación sería una situación de calma y en la que todos los miembros estén presentes: el delegar la responsabilidad de la comunicación de la situación en uno de los progenitores no hará más que aumentar el grado de incertidumbre y confusión en los pequeños, ya que en raras ocasiones suelen coincidir al cien por cien las versiones de la pareja rota. Es imprescindible hacer ver a los niños que la decisión se ha tomado de forma conjunta y mostrar ante ellos una comunicación fluida evitando tensiones, enfrentamientos y, sobre todo, descalificaciones al otro. También resulta imprescindible que los pequeños tengan claro que no está en sus manos el cambio de esta situación; poner en relieve que la decisión está consensuada y que no hay vuelta atrás. No se deben dejar esperanzas albergadas ni puertas abiertas, los pequeños tienen que empezar desde el minuto cero a asumir la nueva situación y a enfrentarse a ella de una forma óptima.
No dar detalles
Jamás se debe involucrar a los niños en los detalles de la ruptura, sobre todo si hablamos niños de corta edad. Con dar una explicación general será suficiente, ya que sino causaríamos una implicación más alta en los pequeños con respecto a las causas de la separación y, por tanto, un mayor daño emocional. Además, es necesario dejar claro el tipo de relaciones que se van a romper (amor, compromiso conyugal) y que el vínculo paterno filial y fraternal siempre va a existir pase lo que pase con el matrimonio.
Dejar que los niños se expresen
Una vez dada la noticia, es primordial dejar a los niños un tiempo para expresar lo que sienten y para responder a sus dudas o preguntas de la forma más asequible posible. Debemos ser comprensivos con las reacciones que puedan tener y, sobre todo, que ellos perciban calidez y apoyo para poder expresar sus miedos e incertidumbres con la nueva situación. De aquí en adelante, el trabajo de ambos progenitores no va a ser fácil, ya que deben encontrar de algún modo un equilibrio a la hora de educar a los hijos en la nueva realidad: jamás deben de mostrar una actitud victimista ante ellos ni sobreprotegerlos en exceso, aunque bien es cierto que un desarraigo y aislamiento excesivos tampoco serán beneficiosos.
El impacto psicológico de la separación conyugal en los hijos
El impacto psicológico que la decisión de la separación parental puede tener en los hijos depende de numerosos factores, entre ellos la edad. Dependiendo de la edad evolutiva de los pequeños la capacidad de comprensión de la situación será diferente y, por tanto, su reacción también.
Edad preescolar
A día de hoy no está clara la etapa en la que los hijos son más vulnerables a este proceso, pero numerosos autores apuntan a la edad preescolar como la más crítica, sobre todo teniendo en cuenta el nivel de desarrollo moral y personal de los pequeños de esta etapa. Es precisamente en este estadio cuando los niños suelen presentar más sintomatología de ansiedad, miedo al abandono y autoculpabilización. Son evidentes, también, alteraciones en el juego y en el concepto familiar, reflejado en las producciones artísticas. Podemos observar, asimismo, regresiones en el comportamiento del pequeño (chuparse el dedo, habla infantil, relajación de esfínteres, etc).
Edad escolar
En la etapa escolar la sintomatología puede encontrarse más cercana a la depresión que a la ansiedad, aunque no se descarta comorbilidad en ningún caso. Pueden hacerse patentes temores al abandono, así como problemas evidentes de comportamiento mostrados con ambos padres, comportamientos que tienen como finalidad manifestar una reacción ante la nueva realidad que les toca vivir y que, en cierto modo y dentro de unos límites, se deben permitir en los inicios. Es importante que los hijos (ya sea en la etapa que sea) puedan expresar sus emociones y frustraciones ante una decisión que les afectará pero que está fuera de su control.
Preadolescencia y adolescencia
La preadolescencia y adolescencia son etapas de cambio a nivel emocional y psicológico en los hijos, y es por ello que pueden considerarse complicadas a nivel de reacciones y afrontamiento de la nueva situación. Pueden darse problemas de ansiedad, agresividad e, incluso de identidad; aunque, por otra parte, puede producirse una retirada de la situación tomando como eje de apoyo al grupo de iguales. Son edades de vulnerabilidad a la depresión y a sentimientos o intentos de suicidio si no logran empatizar con las circunstancias que presentan los padres como motivantes del divorcio.
Líneas generales de intervención
La intervención propuesta desde el ámbito de la psicología a las separaciones parentales puede proponerse desde varias áreas de actuación:
- La edad del niño: en primer lugar, existe una susceptibilidad de realizar una intervención ante los problemas emocionales y psicológicos que se generan en los hijos como consecuencia de la nueva realidad familiar. En este caso tendríamos en cuenta lo comentado en párrafos anteriores con respecto a la edad del niño y la sintomatología que presenta en cada caso. Durante este proceso es imprescindible la asistencia y apoyo de los padres en todas las fases del tratamiento, así como de otras figuras familiares de relevancia que puedan aportar algo en el mismo.
- La presencia familiar: en segundo lugar, cabe la posibilidad de proceder a una intervención en el núcleo familiar, si las reacciones y comportamientos que presenta el hijo están afectando a su relación con uno o ambos progenitores. En este caso, la presencia de todos los miembros de la familia se torna imprescindible y todos pasarían a ser pacientes identificados en el proceso.
- Mediación familiar: en tercer lugar, y en casos más extremos, podría ser necesaria una mediación familiar. Se cree necesario este recurso cuando existen conflictos graves entre la pareja disuelta, que conforman un clima de hostilidad continuo que hace imposible una relación cordial a la hora de tratar temas relacionados con los hijos. Es por eso que se considera una intervención basada primordialmente en el manejo de conflictos, teniendo como figura mediadora a un psicólogo que ayudará a ambas partes a acercar posturas y a buscar y priorizar el bienestar de los pequeños.
Este artículo es meramente informativo, en Psicología-Online no tenemos facultad para hacer un diagnóstico ni recomendar un tratamiento. Te invitamos a acudir a un psicólogo para que trate tu caso en particular.
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- Feliu Pi de la Serra, M.H. (2000). Acabar bien: cómo afrontar la separación y el divorcio. Ed. Martínez Roca.
- Fernández Ros, E. y Godoy Fernández, C. (2005). El niño ante el divorcio. Ed. Pirámide.
- Martín Calrero, V. y Fernández Hernández, E. (2005). Padres separados con hijos pequeños: superación del conflicto. Ed. Teleno.
- Pussin, Gérard y Martin, Elisabeth (2005). Los hijos del divorcio: Psicología del niño y separación parental. Ed. Mad.